Ciudad
del Vaticano, 16 mayo 2013
(VIS).-Los nuevos embajadores ante la Santa Sede de Kirguizistán,
Bolot Iskovich Otunbaev; de Antigua y Barbuda, David Shoul; de
Luxemburgo, Jean-Paul Senninger y de Botswana, Lameck Nthekela, han
presentado esta mañana al Santo Padre sus cartas credenciales. En el
discurso que les ha dirigido, el Pontífice, les ha exhortado a no
olvidar el predominio de la ética en la economía y la vida social,
subrayando el valor de la solidaridad y la centralidad del ser
humano.
“La
humanidad - ha dicho el Papa- vive en este momento como una curvatura
de su historia, teniendo en cuenta los avances en diversas áreas.
Hemos de alabar los resultados positivos que contribuyen al verdadero
bien del ser humano, por ejemplo en los campos de la salud, la
educación y la comunicación. Sin embargo, también hay que
reconocer que la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo
siguen viviendo en una precariedad diaria, con consecuencias
desastrosas. Algunas patologías aumentan con sus consecuencias
psicológicas; el miedo y la desesperación se adueñan del corazón
de muchas personas, incluso en los llamados países ricos; la
alegría de vivir disminuye; la indecencia y la violencia van en
aumento, la pobreza se hace más evidente. Hay que luchar para vivir
y, con frecuencia, para vivir de una forma que no es digna. Una de
las causas de esta situación, en mi opinión, radica en la relación
que tenemos con el dinero, en aceptar su dominio sobre nosotros y
nuestras sociedades. Así, la crisis financiera que estamos
atravesando nos hace olvidar su origen primero, situado en una
profunda crisis antropológica. ¡En la negación de la primacía del
hombre! Hemos creado nuevos ídolos. El antiguo culto al becerro de
oro ha encontrado una imagen nueva y despiadada en el fetichismo del
dinero y en la dictadura de la economía sin rostro ni objetivo
verdaderamente humano”.
“La
crisis global que afecta a las finanzas y la economía -ha observado
el Pontífice- parece poner de relieve sus deformidades y,
especialmente, la grave carencia de su perspectiva antropológica,
que reduce al hombre solamente a una de sus exigencias: el consumo. Y
lo que es peor, el mismo ser humano es considerado hoy como un
producto que se puede usar y luego tirar. Hemos puesto en marcha la
cultura del deshecho. Esta deriva atañe al nivel individual y
social, ¡y se favorece! En este contexto, la solidaridad, que es la
riqueza de los pobres, a menudo se considera contraproducente, en
contra de la racionalidad económica y financiera. Mientras el
rédito de una minoría crece de manera exponencial, el de la mayoría
se debilita. Este desequilibrio se deriva de las ideologías que
promueven la autonomía absoluta de los mercados y la especulación
financiera, negando así a los Estados el derecho de controlar,
aunque éstos sean los encargados del bien común. Se instaura una
nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma
unilateral y sin remedio posible sus leyes y sus reglas. Además,
la deuda y el crédito alejan a los países de su economía real y a
los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A esto hay que añadir,
una corrupción tentacular y una evasión fiscal egoísta que han
asumido proporciones mundiales. La voluntad de poder y posesión ha
pasado a ser ilimitada”.
“Detrás
de esta actitud - ha advertido el Obispo de Roma- se encuentra el
rechazo de la ética, el rechazo de Dios. ¡La ética, al igual que
la solidaridad, molesta! Se considera contraproducente, demasiado
humana, porque relativiza el dinero y el poder; se la ve como una
amenaza, porque rechaza la manipulación y la sumisión de la
persona. Porque la ética lleva a Dios, que está más allá de las
categorías del mercado. Dios es considerada por estos financieros,
economistas y políticos, como algo incontrolable. Dios
incontrolable, incluso peligroso, porque llama al hombre a su plena
realización y a la independencia de cualquier tipo de esclavitud.
La ética -una ética naturalmente no ideológica - permite, en mi
opinión, crear un equilibrio y un orden social más humanos. En
este sentido, animo a los expertos financieros y a los líderes
gubernamentales de vuestros países a considerar las palabras de San
Juan Crisóstomo: "No compartir con los pobres los propios
bienes es robarles y quitarles la vida. No son los nuestros, los
bienes que poseemos; son los suyos”.
El
Papa ha afirmado que “sería deseable llevar a cabo una reforma
financiera que sea ética y produzca, a su vez, una reforma
económica saludable para todos. Sin embargo, esto requeriría un
cambio audaz de actitud de los dirigentes políticos. Les exhorto a
que se enfrenten a este reto con determinación y visión de futuro,
teniendo en cuenta, por supuesto, la naturaleza específica de sus
contextos. ¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a
todos, ricos y pobres, pero el Papa tiene la obligación, en el
nombre de Cristo, de recordar al rico que debe ayudar al pobre,
respetarlo, promoverlo. El Papa exhorta a la solidaridad
desinteresada y a un retorno de la ética en favor del hombre en la
realidad económica y financiera”.
“La
Iglesia, por su parte - ha reiterado- trabaja siempre para el
desarrollo integral de cada persona. En este sentido, señala que el
bien común no debe ser un simple añadido, un simple esquema
conceptual de calidad inferior añadido a la agenda política. La
Iglesia anima a los gobernantes a estar verdaderamente al servicio
del bien común de sus pueblos. Exhorta a los administradores de las
realidades financieras a tomar en consideración la ética y la
solidaridad. Y ¿por qué no acudir a Dios para inspirar sus propios
diseños? Se crearía entonces una nueva mentalidad política y
económica que contribuiría a transformar la dicotomía absoluta
entre la esfera económica y la social en una sana convivencia”.
Por
último, Francisco ha saludado, a través de los embajadores a las
comunidades católicas de sus respectivos países, animándolas a
“continuar su testimonio valiente y gozoso de la fe y el amor
fraternal enseñados por Cristo. ¡No tengan miedo de ofrecer su
contribución al desarrollo de sus países a través de iniciativas y
actitudes inspiradas en las Sagradas Escrituras!”.
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