Ciudad
del Vaticano, 7 febrero 2013
(VIS).-Benedicto XVI ha recibido esta mañana a los participantes en
la asamblea plenaria del Pontificio Consejo para la Cultura cuyo tema
es: “Las culturas juveniles emergentes”. El Papa ha manifestado
el deseo de que sus trabajos sean fructíferos para que contribuyan
“a la acción de la Iglesia en la realidad juvenil; una realidad,
compleja y articulada que ya no puede entenderse dentro de una base
cultural homogénea sino dentro de un horizonte ... determinado por
una pluralidad de puntos de vista, de perspectivas y estrategias”.
El
pontífice ha hablado después del “clima difuso de inestabilidad”
que afecta a los sectores culturales, políticos y económicos”
-recordando en este último la dificultad de los jóvenes para
encontrar trabajo- y que repercute en el ámbito psicológico y
relacional. “La incertidumbre y la fragilidad que caracterizan a
tantos jóvenes, a menudo les empujan a los márgenes, les hacen
casi invisibles y ausentes en los procesos culturales e históricos
de las sociedades (...) La esfera afectiva y emocional, se ve
fuertemente afectada por este clima.... que da origen a fenómenos
aparentemente contradictorios, como la espectacularización de la
vida privada y la autosuficiencia narcisista. También la dimensión
religiosa, la experiencia de la fe y la pertenencia a la Iglesia se
viven, a menudo, desde una perspectiva privada y emotiva”·.
Sin
embargo, no faltan los datos positivos, como el voluntariado, “las
experiencias de fe sincera y profunda, .... los esfuerzos para
construir, en muchas partes del mundo, sociedades que respeten la
libertad y la dignidad de todos, empezando por los más pequeños y
más débiles”. “Todo esto -ha subrayado- nos consuela y nos
ayuda a trazar un cuadro más preciso y objetivo de las culturas
juveniles. No podemos, por lo tanto, conformarnos con descifrar los
fenómenos culturales juveniles siguiendo paradigmas consolidados,
que se han convertido en clichés, o analizarlos con métodos que ya
no son útiles, partiendo de categorías culturales superadas e
inadecuadas. Estamos, en definitiva, ante una realidad sumamente
compleja pero fascinante, que debe ser comprendida a fondo y amada
con un gran espíritu de empatía, una realidad en la que hay que
prestar suma atención a las líneas de fondo y al devenir”.
El
Papa se ha referido a los jóvenes de muchos países del Tercer Mundo
que representan con sus culturas y sus necesidades, “un desafío a
la sociedad de consumo globalizado y a los privilegios de la cultura
establecida, de los cuales se beneficia un pequeño grupo de la
población del mundo occidental”. En consecuencia, “las culturas
juveniles, también son "emergentes" porque demuestran
una profunda necesidad, una petición de ayuda o incluso una
"provocación" que no puede ser ignorada ni descuidada,
tanto por la sociedad civil como por la comunidad eclesial”.
Benedicto
XVI ha reiterado su preocupación por la denominada "emergencia
educativa", a la que acompañan otras emergencias que afectan a
las diferentes dimensiones de la persona y a sus relaciones
fundamentales “como las dificultades crecientes en el campo de
trabajo o el esfuerzo por ser fiel, en el tiempo, a las
responsabilidades asumidas. De ello se desprendería, para el futuro
del mundo y de la humanidad entera, un empobrecimiento no sólo
económico y social, sino también humano y espiritual. Si los
jóvenes ya no esperasen ni progresasen; si no insertasen en la
dinámica histórica su energía, su vitalidad, su capacidad de
anticipar el futuro, nos encontraríamos con una humanidad replegada
en sí misma, carente de confianza y de actitud positiva hacia el
futuro”.
“Aunque
somos conscientes de las múltiples situaciones problemáticas, que
también tocan los ámbitos de la fe y de pertenencia a la Iglesia,
renovamos nuestra fe en los jóvenes y reafirmamos que la Iglesia
mira a su condición y a sus culturas, como punto de referencia
esencial e ineludible para su trabajo pastoral ...La Iglesia tiene
confianza en los jóvenes, espera en ellos y en sus energías,;
necesita su vitalidad, para continuar a vivir con renovado entusiasmo
la misión confiada por Cristo. Confío, por tanto, que el Año de la
Fe sea, también para las jóvenes generaciones, una gran oportunidad
para redescubrir y fortalecer la amistad con Cristo, de la que
brotará la alegría y el entusiasmo para transformar profundamente
las culturas y la sociedad”.
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