Ciudad
del Vaticano, 4 octubre 2012
(VIS).-Benedicto XVI ha efectuado una visita pastoral a Loreto, para
encomendar a la Virgen María -venerada en el famoso santuario de esa
ciudad- dos acontecimientos inminentes la apertura del Año de la Fe
(11 de octubre) y la Asamblea General del Sínodo de los Obispos
sobre la Nueva Evangelización. Con este viaje, el Papa quiere
recordar también a su predecesor el beato Juan XXIII que hace
cincuenta años vino a Loreto para confiar a la Virgen el Concilio
Vaticano II en vísperas de su inauguración.
El
santuario, lugar de peregrinaciones multitudinarias desde el siglo
XIV, custodia la casa de ladrillo en que vivió María en Nazaret. La
casa, según la tradición popular y piadosa, fue transportada por
los ángeles desde Nazaret a Loreto en el año 1294, poco después de
que los Cruzados fueran expulsados definitivamente de Palestina.
Según recientes estudios documentales, arqueológicos (excavaciones
en el subsuelo de la casa), filológicos e iconográficos se
confirmaría cada vez más la hipótesis de que las piedras de la
Santa Casa habrían sido transportadas a Loreto en una nave por
iniciativa de la noble familia Angeli (Ángeles) que dominaba en la
región de Epiro. La ayuda divina en este viaje quedó simbolizada en
la presencia de los ángeles. Es el lugar donde la Virgen nació,
vivió con San José, recibió el anuncio del arcángel Gabriel y
concibió al Hijo de Dios. Recuerda, por lo tanto, el misterio de la
Encarnación.
En
Nazaret la casa de María estaba compuesta por dos partes: una gruta,
custodiada en la basílica de la Anunciación de Nazaret, y una casa
adosada de tres paredes de piedra. Los análisis comparativos entre
la Santa Casa de Loreto y la gruta de Nazaret han revelado la
coexistencia y la contigüidad entre ambas. Un reciente estudio sobre
la forma en que están trabajadas las piedras, es decir, según el
uso de los Nabateos, difundido en Galilea en la época de Jesús,
confirmaría la tradición popular. Cuando las tres paredes de la
casa llegaron a Loreto, fueron apoyadas en un camino público, sin
cimientos propios e, inmediatamente la Casa fue objeto de los
extraordinarios cuidados de conservación que se destinan a las
reliquias.
Benedicto
XVI, que salió del helipuerto vaticano a las 9.00, llegó a Loreto
una hora después y fue recibido por las autoridades religiosas y
civiles de la región. A continuación se trasladó al santuario
lauretano en la Plaza de la Virgen donde saludó a la comunidad de
frailes capuchinos y transcurrió unos minutos ante el Santísimo
Sacramento y rezando a la Virgen.
A
las 10,30 en la Plaza de la Virgen el Santo Padre celebró la Santa
Misa y pronunció la homilía de la que ofrecemos amplios extractos:
“El
cuatro de octubre de 1962, el beato Juan XXIII vino en peregrinación
a este Santuario para encomendar a la Virgen María el Concilio
Ecuménico Vaticano II, que se inauguró una semana después (...)
Hace cincuenta años, después de haber sido llamado por la divina
Providencia a suceder en la cátedra de Pedro a ese Papa inolvidable,
también yo he venido aquí peregrino para encomendar a la Madre de
Dios dos importantes iniciativas eclesiales: El Año de la fe, que
comenzará dentro de una semana, el 11 de octubre, en el cincuenta
aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y la Asamblea
General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que he convocado para
este mes de octubre con el tema 'La nueva evangelización para la
trasmisión de la fe cristiana'”.
“Como
recordaba en la Carta apostólica de convocatoria, con el Año de la
fe 'deseo invitar a los hermanos Obispos de todo el Orbe a que se
unan al Sucesor de Pedro en el tiempo de gracia espiritual que el
Señor nos ofrece para rememorar el don precioso de la fe' .Y
precisamente aquí, en Loreto, tenemos la oportunidad de ponernos a
la escuela de María, de aquella que ha sido proclamada
'bienaventurada' porque 'ha creído' (...)María ha ofrecido la
propia carne, se ha puesto totalmente a disposición de la voluntad
divina, convirtiéndose en 'lugar' de su presencia, 'lugar' en el que
habita el Hijo de Dios (...) La voluntad de María coincide con la
voluntad del Hijo en el único proyecto de amor del Padre y en ella
se unen el cielo y la tierra, Dios creador y su criatura. Dios se
hace hombre, María se hace 'casa viviente' del Señor, templo donde
habita el Altísimo”.
“Hace
cincuenta años, aquí en Loreto, el beato Juan XXIII invitaba a
contemplar este misterio (...) y continuaba afirmando que el mismo
Concilio tenía como objetivo concreto extender cada vez más el rayo
bienhechor de la Encarnación y Redención de Cristo en todas las
formas de la vida social. Ésta es una invitación que resuena hoy
con particular fuerza. En la crisis actual, que afecta no sólo a la
economía sino a varios sectores de la sociedad, la Encarnación del
Hijo de Dios nos dice lo importante que es el hombre para Dios y Dios
para el hombre. Sin Dios, el hombre termina por hacer prevalecer su
propio egoísmo sobre la solidaridad y el amor, las cosas materiales
sobre los valores, el tener sobre el ser. Es necesario volver a Dios
para que el hombre vuelva a ser hombre. Con Dios no desaparece el
horizonte de la esperanza incluso en los momentos difíciles, de
crisis: la Encarnación nos dice que nunca estamos solos, Dios ha
entrado en nuestra humanidad y nos acompaña”.
“Pero
que el Hijo de Dios habite en la 'casa viviente', en el templo, que
es María, nos lleva a otro pensamiento: donde Dios habita,
reconocemos que todos estamos 'en casa'; donde Cristo habita, sus
hermanos y sus hermanas jamás son extraños. (...) Así pues, es la
fe la que nos proporciona una casa en este mundo, la que nos reúne
en una única familia y nos hace a todos hermanos y hermanas.
Contemplando a María debemos preguntarnos si también nosotros
queremos estar abiertos al Señor (...) o si, por el contrario,
tenemos miedo de que la presencia del Señor sea un límite para
nuestra libertad, si queremos reservarnos una parte de nuestra vida,
para que nos pertenezca sólo a nosotros. Pero es Dios precisamente
quien libera nuestra libertad, la libera de su cerrarse en sí misma,
de la sed de poder (...) y la hace capaz de abrirse a la dimensión
que la realiza en sentido pleno: la del don de sí, del amor, que se
hace servicio y colaboración”.
“La
fe nos hace habitar, vivir, pero también nos hace caminar por la
senda de la vida. En este sentido, la Santa Casa de Loreto conserva
también una enseñanza importante. Como sabemos, fue colocada en un
camino (...) No es una casa privada (...) sino que es una morada
abierta a todos, que está, por decirlo así, en el camino de todos
nosotros. Así encontramos aquí en Loreto una casa en la que podemos
quedarnos, habitar y que, al mismo tiempo, nos hace caminar, nos
recuerda que todos somos peregrinos, que debemos estar siempre en
camino hacia otra morada, la casa definitiva, la Ciudad eterna, la
morada de Dios con la humanidad redimida”.
“Todavía
hay otro punto importante en la narración evangélica de la
Anunciación que quisiera subrayar, un aspecto que no deja nunca de
asombrarme: Dios solicita el 'sí' del hombre, ha creado un
interlocutor libre, pide que su criatura le responda con plena
libertad (...)Dios pide la libre adhesión de María para hacerse
hombre. Cierto, el 'sí' de la Virgen es fruto de la gracia divina.
Pero la gracia no elimina la libertad, al contrario, la crea y la
sostiene. La fe no quita nada a la criatura humana, sino que permite
su plena y definitiva realización”.
“En
este peregrinaje, que vuelve a recorrer el que realizó el beato Juan
XXIII – y que tiene lugar providencialmente el día en que se
recuerda a san Francisco de Asís, verdadero 'Evangelio viviente' -
quisiera encomendar a la Santísima Madre de Dios todas las
dificultades que vive nuestro mundo en búsqueda de serenidad y de
paz “ y “también (...)este tiempo especial de gracia para la
Iglesia, que se abre ante nosotros. Tú, Madre del «sí», que has
escuchado a Jesús, háblanos de él, nárranos tu camino para
seguirlo por la vía de la fe, ayúdanos a anunciarlo para que cada
hombre pueda acogerlo y llegar a ser morada de Dios”.
Terminada
la celebración eucarística el Papa almorzó en el Centro Juan Pablo
II. El Santo Padre se despedirá de Loreto a las 17.00 y su regreso
al Vaticano está previsto a las 18.00.
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