Ciudad
del Vaticano, 26 septiembre 2012
(VIS).-La liturgia, como escuela de oración, como “lugar
privilegiado en que Dios habla a cada uno de nosotros (...) y espera
nuestra respuesta” ha sido el tema de la catequesis de Benedicto
XVI en la audiencia general de los miércoles que se desarrolló en
la Plaza de San Pedro.
El
Papa explicó que en el Catecismo de la Iglesia Católica se lee que
en principio la palabra "liturgia" significa "servicio
por parte del pueblo y en favor el pueblo". “Si la teología
cristiana tomó esta vocablo del mundo griego lo hizo ,obviamente,
pensando en el nuevo Pueblo de Dios nacido del Cristo que abrió sus
brazos en la cruz para unir a los hombres en la paz del único Dios.
'Servicio en favor del pueblo'; un pueblo que no existe por sí
mismo, sino que se ha formado a través del Misterio Pascual de
Jesucristo”
El
Catecismo indica también que en la tradición cristiana la palabra
'liturgia' asume el significado de que “el Pueblo de Dios
participa en su obra”. Benedicto XVI recordó, a este propósito,
que el documento sobre la liturgia fue el primer resultado del
Concilio Vaticano II. “Efectivamente, comenzando con el tema de la
liturgia, se puso de relieve con claridad la primacía de Dios, su
prioridad absoluta” (...) Cuando la mirada de Dios no es
determinante, todo lo demás pierde su orientación. El criterio
fundamental para la liturgia es su orientación hacia Dios, para que
así podamos participar en su misma obra”.
“Pero
podemos preguntarnos: ¿Cual es esta obra de Dios en la que estamos
llamados a participar? (...) Y ¿donde se hace actual para nosotros,
para mí, el misterio de la muerte y resurrección de Cristo que nos
salva? La respuesta es: en la acción de Cristo a través de la
Iglesia, en la liturgia, sobre todo en el sacramento de la
Eucaristía, que hace presente la ofrenda sacrificial del Hijo de
Dios, que nos ha redimido; en el Sacramento de la Reconciliación,
que nos lleva de la muerte del pecado a la nueva vida, y en los otros
actos sacramentales que nos santifican”.
Recurriendo
de nuevo al Catecismo el Papa afirmó que “cada celebración
sacramental es un encuentro de los hijos de Dios con su Padre, en
Cristo y en el Espíritu Santo, y ese encuentro se expresa con un
diálogo, a través de acciones y palabras. Por lo tanto, el primer
requisito para una buena celebración litúrgica es que sea oración
y coloquio con Dios; en primer lugar escuchar y después responder
(...) La sagrada liturgia nos da las palabras; nosotros(...) tenemos
que entrar en su significado, acogerlas y ponernos en sintonía con
ellas. Un elemento, esencial y primario, del diálogo con Dios en la
liturgia, es la concordancia entre lo que decimos con nuestros
labios y lo que llevamos en nuestros corazones”.
En
este sentido el Papa se refirió a uno de los momentos en que, en
la liturgia, se nos llama y se nos ayuda a encontrar esa
concordancia: la invitación del celebrante en la plegaria
eucarística,”Sursum corda”, es decir: “Levantemos el corazón'
fuera de la maraña de nuestras preocupaciones, de nuestros deseos,
de nuestras angustias, de nuestra distracción. Nuestro corazón, lo
más profundo de nosotros, debe abrirse (...) a la Palabra de Dios, y
recogerse en la oración de la Iglesia, para recibir su orientación
hacia Dios, partiendo de las palabras que escucha y pronuncia”.
“Celebramos
y vivimos bien la liturgia -concluyó el pontífice- sólo si
permanecemos en actitud orante (...) uniéndonos al misterio de
Cristo y a su coloquio de Hijo con el Padre. Dios mismo nos enseña a
orar (...) Nos ha dado las palabras adecuadas para dirigirnos a Él;
palabras que encontramos en los Salmos, en las grandes oraciones de
la sagrada liturgia y en la celebración eucarística. Roguemos al
Señor para ser cada vez más conscientes de que la liturgia es la
acción de Dios y del hombre; oración que brota del Espíritu Santo
y de nosotros, dirigida por completo al Padre, en unión con el Hijo
de Dios hecho hombre”.
Después
de la catequesis, el Papa saludó, entre otros, a los fieles
procedentes de América Latina, entre los cuales estaba un grupo de
parlamentarios de Chile, recordando a los políticos católicos “la
necesidad de buscar generosamente el bien común de todos los
ciudadanos, y de modo coherente con las convicciones propias de hijos
de la Iglesia”.
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