CIUDAD DEL VATICANO, 14 DIC 2011 (VIS).-Benedicto XVI ha dedicado la catequesis de la audiencia general de hoy a la oración de Jesús durante los milagros con los que sana a los enfermos. Centró la reflexión sobre dos de los episodios más significativos: el del sordomudo, narrado por el evangelista Marcos, y la resurrección de Lázaro.
La curación del sordomudo nos muestra que “la acción curativa de Jesús está en estrecha relación con el prójimo y con el Padre. (…) Con un gesto, el Señor toca las orejas y la lengua del enfermo, o sea, las sedes de su enfermedad. (…) Pero el punto central de este episodio es el hecho de que Jesús, en el momento de curar, busca directamente la relación con el Padre”, elevando su mirada al cielo. “La narración muestra, por tanto, que la empatía con el enfermo lleva a Jesús a orar. Una vez más, emerge su relación única con el Padre, su identidad de Hijo Unigénito. En Él, a través de su persona, se hace presente el actuar curativo y benéfico de Dios”.
En la resurrección de Lázaro también se entrelazan la ligazón de Jesús con un amigo y con su sufrimiento, y la relación filial con el Padre. El Papa explicó que “el afecto sincero por el amigo (…) se manifiesta en la profunda conmoción de Jesús cuando ve el dolor de Marta, María y de todos los amigos de Lázaro, y desemboca en el llanto, tan profundamente humano, al acercarse a la tumba”. Al mismo tiempo, Cristo interpreta la muerte del amigo “en relación con su propia identidad y misión, y con la glorificación que le espera. Cuando recibe la noticia de la enfermedad de Lázaro, comenta: ‘Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, a fin de que por ella sea glorificado el Hijo de Dios”.
Así, “el momento de la oración explícita de Jesús al Padre delante de la tumba es la conclusión natural de todo el suceso”. Narra el evangelista Juan: “Jesús entonces, alzando los ojos hacia lo alto, dijo: ‘Padre, te doy gracias porque me has escuchado’”. Esta frase, afirmó Benedicto XVI, “revela que Jesús no ha abandonado ni por un instante la oración de petición por la vida de Lázaro. Esta oración continua refuerza la relación con el amigo y, a la vez, confirma la decisión de Jesús de permanecer en comunión con la voluntad del Padre, con su plan de amor, en el cual la enfermedad y la muerte de Lázaro son ocasiones en las que se manifiesta la gloria de Dios”.
Confianza en la voluntad de Dios
El Papa señaló que este relato nos hace comprender que “en la oración de petición al Señor, no debemos esperar que se cumpla inmediatamente lo que pedimos, nuestra voluntad, sino que más bien hemos de confiar en la voluntad del Padre, leyendo cada acontecimiento desde la perspectiva de su gloria, de su plan de amor, a menudo misterioso a nuestros ojos. Por eso, en nuestra oración deberían fundirse petición, alabanza y acción de gracias, incluso cuando nos parece que Dios no responde a nuestras esperanzas concretas. El abandonarse al amor de Dios, que nos precede y acompaña siempre, es una de las actitudes de fondo de nuestro diálogo con Él. (…) Más allá de lo que Dios nos da cuando lo invocamos, el mayor don que nos otorga es su amistad, su presencia, su amor”. El donante es más precioso que el don.
“Con su oración, Jesús quiere conducirnos a la fe, a la confianza total en Dios y su voluntad, y quiere mostrar que este Dios, que ha amado tanto al hombre y al mundo que ha enviado su Hijo Unigénito, es el Dios de la Vida, el Dios que trae esperanza y que es capaz de dar la vuelta a situaciones humanamente imposibles. La oración confiada de un creyente es, entonces, un testimonio vivo de esta presencia de Dios en el mundo”.
“En Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, la atención hacia el otro, especialmente si sufre o está necesitado (…) lo lleva a dirigirse al Padre. (…) Pero también viceversa: la comunión con el Padre, el diálogo constante con Él, empuja a Jesús a estar atento a las situaciones concretas del hombre para llevar el consuelo y el amor de Dios”.
Del mismo modo, la relación profunda entre amor a Dios y al prójimo debe estar también presente en nuestra oración, que “abre la puerta a Dios, quien nos enseña a salir constantemente de nosotros mismos para ser capaces de acercarnos a los demás, sobre todo en los momentos de prueba, para llevarles consuelo, esperanza y luz”.
Al final de la catequesis, el Santo Padre saludó en diversos idiomas a los más de 7.000 peregrinos que llenaban el Aula Pablo VI. El Papa quiso agradecer especialmente la ayuda de cuantos han contribuido a la restauración de la escultura que adorna el Aula, “La Resurrección”, del maestro Pericle Fazzini. “Después de un periodo de trabajo cuidadoso –dijo- hoy tenemos la alegría de admirar en todo su esplendor original esta obra de arte y de fe”.
Hablando en español, Benedicto XVI se dirigió en particular a la delegación del Estado de Puebla, en México, y expresó su deseo de “con la ayuda de Dios, poder ser yo quien los visite en su país próximamente”.
AG/ VIS 20111214 (910)
La curación del sordomudo nos muestra que “la acción curativa de Jesús está en estrecha relación con el prójimo y con el Padre. (…) Con un gesto, el Señor toca las orejas y la lengua del enfermo, o sea, las sedes de su enfermedad. (…) Pero el punto central de este episodio es el hecho de que Jesús, en el momento de curar, busca directamente la relación con el Padre”, elevando su mirada al cielo. “La narración muestra, por tanto, que la empatía con el enfermo lleva a Jesús a orar. Una vez más, emerge su relación única con el Padre, su identidad de Hijo Unigénito. En Él, a través de su persona, se hace presente el actuar curativo y benéfico de Dios”.
En la resurrección de Lázaro también se entrelazan la ligazón de Jesús con un amigo y con su sufrimiento, y la relación filial con el Padre. El Papa explicó que “el afecto sincero por el amigo (…) se manifiesta en la profunda conmoción de Jesús cuando ve el dolor de Marta, María y de todos los amigos de Lázaro, y desemboca en el llanto, tan profundamente humano, al acercarse a la tumba”. Al mismo tiempo, Cristo interpreta la muerte del amigo “en relación con su propia identidad y misión, y con la glorificación que le espera. Cuando recibe la noticia de la enfermedad de Lázaro, comenta: ‘Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, a fin de que por ella sea glorificado el Hijo de Dios”.
Así, “el momento de la oración explícita de Jesús al Padre delante de la tumba es la conclusión natural de todo el suceso”. Narra el evangelista Juan: “Jesús entonces, alzando los ojos hacia lo alto, dijo: ‘Padre, te doy gracias porque me has escuchado’”. Esta frase, afirmó Benedicto XVI, “revela que Jesús no ha abandonado ni por un instante la oración de petición por la vida de Lázaro. Esta oración continua refuerza la relación con el amigo y, a la vez, confirma la decisión de Jesús de permanecer en comunión con la voluntad del Padre, con su plan de amor, en el cual la enfermedad y la muerte de Lázaro son ocasiones en las que se manifiesta la gloria de Dios”.
Confianza en la voluntad de Dios
El Papa señaló que este relato nos hace comprender que “en la oración de petición al Señor, no debemos esperar que se cumpla inmediatamente lo que pedimos, nuestra voluntad, sino que más bien hemos de confiar en la voluntad del Padre, leyendo cada acontecimiento desde la perspectiva de su gloria, de su plan de amor, a menudo misterioso a nuestros ojos. Por eso, en nuestra oración deberían fundirse petición, alabanza y acción de gracias, incluso cuando nos parece que Dios no responde a nuestras esperanzas concretas. El abandonarse al amor de Dios, que nos precede y acompaña siempre, es una de las actitudes de fondo de nuestro diálogo con Él. (…) Más allá de lo que Dios nos da cuando lo invocamos, el mayor don que nos otorga es su amistad, su presencia, su amor”. El donante es más precioso que el don.
“Con su oración, Jesús quiere conducirnos a la fe, a la confianza total en Dios y su voluntad, y quiere mostrar que este Dios, que ha amado tanto al hombre y al mundo que ha enviado su Hijo Unigénito, es el Dios de la Vida, el Dios que trae esperanza y que es capaz de dar la vuelta a situaciones humanamente imposibles. La oración confiada de un creyente es, entonces, un testimonio vivo de esta presencia de Dios en el mundo”.
“En Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, la atención hacia el otro, especialmente si sufre o está necesitado (…) lo lleva a dirigirse al Padre. (…) Pero también viceversa: la comunión con el Padre, el diálogo constante con Él, empuja a Jesús a estar atento a las situaciones concretas del hombre para llevar el consuelo y el amor de Dios”.
Del mismo modo, la relación profunda entre amor a Dios y al prójimo debe estar también presente en nuestra oración, que “abre la puerta a Dios, quien nos enseña a salir constantemente de nosotros mismos para ser capaces de acercarnos a los demás, sobre todo en los momentos de prueba, para llevarles consuelo, esperanza y luz”.
Al final de la catequesis, el Santo Padre saludó en diversos idiomas a los más de 7.000 peregrinos que llenaban el Aula Pablo VI. El Papa quiso agradecer especialmente la ayuda de cuantos han contribuido a la restauración de la escultura que adorna el Aula, “La Resurrección”, del maestro Pericle Fazzini. “Después de un periodo de trabajo cuidadoso –dijo- hoy tenemos la alegría de admirar en todo su esplendor original esta obra de arte y de fe”.
Hablando en español, Benedicto XVI se dirigió en particular a la delegación del Estado de Puebla, en México, y expresó su deseo de “con la ayuda de Dios, poder ser yo quien los visite en su país próximamente”.
AG/ VIS 20111214 (910)
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