CIUDAD DEL VATICANO, 1 DIC 2011 (VIS).-“Testimonios y testigos. Los martyria y los campeones de la fe”, fue el tema de la XVI sesión pública de las academias pontificias que se celebró ayer tarde en el aula magna del palacio San Pío X en Roma. En el transcurso de la misma se entregó el Premio de las Pontificias Academias que confiere el Santo Padre a jóvenes expertos, artistas o instituciones que se hayan distinguido en la promoción del humanismo cristiano.
El premio fue “ex aequo” para el Studium Biblicum Franciscanum de Jerusalén y para Daria Mastrorilli. La primera institución se ha distinguido siempre por las numerosas campañas de excavación arqueológica encaminadas a descubrir y recuperar la memoria bíblica de Tierra Santa. Daria Mastrorilli ha estudiado el culto de los mártires Zotico, Ireneo y Amancio, investigando el cementerio del mismo nombre en Roma.
Asimismo ha sido galardonada con la Medalla del Pontificado la arqueóloga Cecilia Proverbio por su tesis doctoral sobre el aparato iconográfico de las basílicas paleocristianas de Roma, en particular las de San Pedro y San Pablo.
Durante el acto el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, leyó el mensaje enviado por Benedicto XVI al cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura y del consejo de coordinación entre las academias.
En el texto el Papa escribe que el tema de la sesión ofrece la oportunidad de reflexionar sobre la historicidad del cristianismo y su entrelazarse continuamente con la historia para “transformarle en profundidad gracias a la levadura del Evangelio y de la santidad vivida y testimoniada”.
En este sentido reviste un interés especial la vida de las antiguas comunidades cristianas y, entre los lugares arqueológicos que guardan signos de su presencia, Benedicto XVI destaca Tierra Santa “ámbito por excelencia donde buscar signos históricos de la presencia de Cristo y de la primera comunidad de sus discípulos” y la ciudad de Roma donde sobre todo las catacumbas “atestiguan que la comunidad cristiana, desde los orígenes, exaltaba la figura de los campeones de la fe, como modelo y punto de referencia para los bautizados”.
“Los numerosos monumentos y obras de arte dedicadas a los mártires, documentados de la investigación arqueológica y de otras investigaciones, son el resultado de una convicción siempre presente en la comunidad cristiana de ayer como en la de hoy: el Evangelio habla al corazón del ser humano y se comunica sobre todo a través del testimonio vivo de los creyentes –nota el pontífice- Si observamos con atención el ejemplo de los mártires, de los valientes testigos de la antigüedad cristiana, como de los numerosos testigos de nuestra época, nos damos cuenta de que son personas profundamente libres, libres de compromisos y de lazos egoístas, conscientes de la importancia y la belleza de su vida y, precisamente por eso, capaces de amar a Dios y a los hermanos de forma heroica, trazando la medida alta de la santidad cristiana”.
“También hoy la Iglesia, si quiere hablar al mundo con eficacia, si quiere seguir anunciando fielmente el Evangelio y hacer sentir su presencia amistosa a los hombres y mujeres que viven sintiéndose ‘peregrinos de la verdad y de la paz’, tiene que ser –incluso en los contextos aparentemente más difíciles o indiferentes al anuncio evangélico- testigo de la credibilidad de la fe. Es decir, tiene que ofrecer testimonios concretos y proféticos mediante signos eficaces y transparentes de coherencia, de fidelidad y de amor apasionado e incondicional a Cristo, inseparable de la caridad y del amor por el prójimo. Hoy como ayer la sangre de los mártires, su testimonio tangible y elocuente, toca el corazón del ser humano y lo vuelve fecundo, capaz de que brote de él una vida nueva, de acoger la vida del Resucitado para llevar resurrección y esperanza al mundo”.
MESS/ VIS 20111201 (640)
El premio fue “ex aequo” para el Studium Biblicum Franciscanum de Jerusalén y para Daria Mastrorilli. La primera institución se ha distinguido siempre por las numerosas campañas de excavación arqueológica encaminadas a descubrir y recuperar la memoria bíblica de Tierra Santa. Daria Mastrorilli ha estudiado el culto de los mártires Zotico, Ireneo y Amancio, investigando el cementerio del mismo nombre en Roma.
Asimismo ha sido galardonada con la Medalla del Pontificado la arqueóloga Cecilia Proverbio por su tesis doctoral sobre el aparato iconográfico de las basílicas paleocristianas de Roma, en particular las de San Pedro y San Pablo.
Durante el acto el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, leyó el mensaje enviado por Benedicto XVI al cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura y del consejo de coordinación entre las academias.
En el texto el Papa escribe que el tema de la sesión ofrece la oportunidad de reflexionar sobre la historicidad del cristianismo y su entrelazarse continuamente con la historia para “transformarle en profundidad gracias a la levadura del Evangelio y de la santidad vivida y testimoniada”.
En este sentido reviste un interés especial la vida de las antiguas comunidades cristianas y, entre los lugares arqueológicos que guardan signos de su presencia, Benedicto XVI destaca Tierra Santa “ámbito por excelencia donde buscar signos históricos de la presencia de Cristo y de la primera comunidad de sus discípulos” y la ciudad de Roma donde sobre todo las catacumbas “atestiguan que la comunidad cristiana, desde los orígenes, exaltaba la figura de los campeones de la fe, como modelo y punto de referencia para los bautizados”.
“Los numerosos monumentos y obras de arte dedicadas a los mártires, documentados de la investigación arqueológica y de otras investigaciones, son el resultado de una convicción siempre presente en la comunidad cristiana de ayer como en la de hoy: el Evangelio habla al corazón del ser humano y se comunica sobre todo a través del testimonio vivo de los creyentes –nota el pontífice- Si observamos con atención el ejemplo de los mártires, de los valientes testigos de la antigüedad cristiana, como de los numerosos testigos de nuestra época, nos damos cuenta de que son personas profundamente libres, libres de compromisos y de lazos egoístas, conscientes de la importancia y la belleza de su vida y, precisamente por eso, capaces de amar a Dios y a los hermanos de forma heroica, trazando la medida alta de la santidad cristiana”.
“También hoy la Iglesia, si quiere hablar al mundo con eficacia, si quiere seguir anunciando fielmente el Evangelio y hacer sentir su presencia amistosa a los hombres y mujeres que viven sintiéndose ‘peregrinos de la verdad y de la paz’, tiene que ser –incluso en los contextos aparentemente más difíciles o indiferentes al anuncio evangélico- testigo de la credibilidad de la fe. Es decir, tiene que ofrecer testimonios concretos y proféticos mediante signos eficaces y transparentes de coherencia, de fidelidad y de amor apasionado e incondicional a Cristo, inseparable de la caridad y del amor por el prójimo. Hoy como ayer la sangre de los mártires, su testimonio tangible y elocuente, toca el corazón del ser humano y lo vuelve fecundo, capaz de que brote de él una vida nueva, de acoger la vida del Resucitado para llevar resurrección y esperanza al mundo”.
MESS/ VIS 20111201 (640)
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