CIUDAD DEL VATICANO, 13 SEP 2008 (VIS).-Después de dejar la nunciatura apostólica de París, el Papa se dirigió a las 16,00 al aeropuerto de París-Orly, donde tomó el avión rumbo a Tarbes. Desde allí se desplazó en helicóptero a Lourdes.
El Papa hizo desde el papamóvil las dos primeras etapas del "Camino del Jubileo", que es el recorrido que el peregrino está invitado a realizar en Lourdes con motivo del 150 aniversario de las apariciones de la Virgen. En cada una de las etapas, el Santo Padre pronunció la oración prevista.
El Camino sigue cuatro lugares relacionados con la vida de Bernadette: La fuente bautismal donde fue bautizada: el "Cachot" donde vivió con la familia; la Gruta de Massabielle, lugar de las apariciones de la Virgen, que constituye el corazón del santuario mariano y la capilla en la que recibió la Primera Comunión. Al llegar a la Gruta (tercera etapa), un niño entregó al Papa un vaso de agua de la fuente. Posteriormente, el Santo Padre encendió un cirio del gran candelabro y se recogió en silencio antes de leer la oración de esta etapa del Jubileo. A continuación se trasladó al Ermitage St. Joseph, donde cenó.
A las 21,15 Benedicto XVI se dirigió a la Basílica y desde la terraza inferior siguió la parte final de la procesión "aux flambeaux" (con antorchas), que partiendo de la Gruta de las Apariciones concluyó delante de la Basílica.
El Papa comenzó su discurso recordando que "hace ciento cincuenta años, el 11 de febrero de 1858, en el lugar llamado la gruta de Massabielle, apartada del pueblo, una simple muchacha de Lourdes, Bernadette Soubirous, vio una luz y, en la luz, una mujer joven "hermosa, la más hermosa". (…) En la conversación, en el diálogo impregnado de delicadeza, la Señora le encarga transmitir algunos mensajes muy simples sobre la oración, la penitencia y la conversión".
"Lourdes -dijo- es uno de los lugares que Dios ha elegido para reflejar un destello especial de su belleza, por ello la importancia aquí del símbolo de la luz. (…) Ante la gruta, día y noche, verano e invierno, una zarza ardiente brilla rodeada de las oraciones de los peregrinos y enfermos, que expresan sus preocupaciones y necesidades, pero sobre todo su fe y su esperanza".
Benedicto XVI señaló que "al venir en peregrinación aquí, a Lourdes, queremos entrar, siguiendo a Bernadette, en esta extraordinaria cercanía entre el cielo y la tierra que nunca ha faltado y que se consolida sin cesar. (…) Durante las apariciones, Bernadette reza el Rosario bajo la mirada de María, que se une a ella en el momento de la doxología. Este hecho confirma en realidad el carácter profundamente teocéntrico de la oración del Rosario. Cuando rezamos el Rosario, María nos ofrece su corazón y su mirada para contemplar la vida de su Hijo, Jesucristo".
Tras recordar que Juan Pablo II vino a Lourdes en dos ocasiones y que "promovió vivamente la oración del Rosario", el Papa afirmó que enriqueció esta oración mariana "con la meditación de los Misterios Luminosos".
"La procesión de las antorchas hace presente ante nuestros ojos de carne el misterio de la oración: en la comunión de la Iglesia, que une a los elegidos del cielo y a los peregrinos de la tierra, la luz brota del diálogo entre el hombre y su Señor, y se abre un camino luminoso en la historia humana, incluidos sus momentos más oscuros".
El Santo Padre subrayó que "esta procesión es un momento de gran alegría eclesial, pero también de gravedad: las intenciones que presentamos subrayan nuestra profunda comunión con todos los que sufren. Pensamos en las víctimas inocentes que padecen la violencia, la guerra, el terrorismo, la penuria, o que sufren las consecuencias de la injusticia, de las plagas, de las calamidades, del odio y de la opresión, de la violación de su dignidad humana y de sus derechos fundamentales, de su libertad de actuar y de pensar. Pensamos también en quienes tienen problemas familiares o en quienes sufren por el desempleo, la enfermedad, la discapacidad, la soledad o por su situación de inmigrantes. No quiero olvidar a los que sufren a causa del nombre de Cristo y que mueren por Él".
"María -aseguró- nos enseña a orar, a hacer de nuestra plegaria un acto de amor a Dios y de caridad fraterna. Al orar con María, nuestro corazón acoge a los que sufren. (…) Lourdes es un lugar de luz, porque es un lugar de comunión, esperanza y conversión". Por contraste, añadió, "el pecado nos hace ciegos, nos impide proponernos como guía para nuestros hermanos, y nos lleva a desconfiar de ellos para dejarnos guiar. Necesitamos ser iluminados".
"En este santuario de Lourdes al que vuelven sus ojos los cristianos de todo el mundo desde que la Virgen María hizo brillar la esperanza y el amor al dar el primer puesto a los enfermos, los pobres y los pequeños, se nos invita a descubrir la sencillez de nuestra vocación: Basta con amar".
El Papa concluyó haciendo hincapié en las muchas personas que "vienen aquí para ver, esperando quizá secretamente recibir alguna gracia" y que al regresar, "habiendo hecho una experiencia espiritual de vida auténticamente eclesial, vuelven su mirada a Dios, a los otros y a sí mismos. Les llena una pequeña llama con el nombre de esperanza, compasión, ternura. El encuentro discreto con Bernadette y la Virgen María puede cambiar una vida, pues están presentes en este lugar de Massabielle para llevarnos a Cristo que es nuestra vida, nuestra fuerza y nuestra luz".
PV-FRANCIA/PROCESION ANTORCHAS/LOURDES VIS 20080914 (900)
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