Ciudad
del Vaticano, 10 de octubre de 2015 (Vis).-Mons. Ioannis Spiteris OFM
Cap, arzobispo de Corfú, Zante y Cefalonia, reflexionó esta mañana
con los Padres Sinodales durante la Hora Tercia sobre la lectura
bíblica del Libro de Samuel. En el texto el profeta acusa al rey
Saúl de no haber observado rigurosamente la ley que ordenaba que
todo el botín de guerra se sacrificase a Dios. El monarca, no solo
se había quedado con la ofrenda, sino que para excusarse achaca la
culpa a sus soldados. Pero en el texto, como observó mons. Spiteris,
Samuel también reprocha a Saúl que quiere compensar la falta de fe
y obediencia a la palabra de Dios con sacrificios, una manifestación
exterior de devoción.
''El
autor, presentando ante el hombre que quiere agradar a Dios dos
actitudes -explicó el prelado- no lo invita a elegir entre el
sacrificio y la misericordia (la docilidad), pero da a entender
claramente que Dios aprecia una más que otra, es decir, que su
mirada no se queda en las apariencias , sino en el corazón.... Y
Samuel indica a Saúl que no tienen el mismo valor la oferta del
sacrificio y la escucha de la voz del Señor cuando dice:
''Ciertamente la obediencia es mejor que los sacrificios, y ser
dóciles a Dios es lo que importa."
''A
lo largo de la historia de la Iglesia, por los senderos batidos por
los santos, esta afirmación nos ha iluminado y continúa
haciéndolo. La santidad -que es la comunión con Dios Amor y se
expresa en el esfuerzo de vivir con amor nuestros compromisos
humanos y cristianos- no consiste en la primacía del sacrificio,
del culto externo y sin alma, sino en el amoroso obedecer a Dios,
poniendo en práctica su mandamiento por excelencia que es el amor
mutuo. En efecto, puede ser un engaño fatal querer imponerse a toda
costa sacrificios exorbitantes, no tanto para hacer más serena y
más buena nuestra vida y la de los demás, sino para parecer
mejores, más santos que los demás y, como el fariseo de la
parábola, alardear de los propios méritos y menospreciar al otro
considerado publicano, pecador. El fariseismo -ese que imperaba en
la época de Jesús- siempre está listo para aflorar donde no se
escucha suficientemente la Palabra que hay que acoger con alegría
y poner en práctica''.
“¡Que
cada uno de nosotros, sacrificando las muchas voces que nos instan
a encontrar la salvación en nuestras buenas obras, silenciando la
voz del Señor que nos invita a la comunión de amor con El, pueda
confiar en Aquel que todo lo puede y que mantiene constantemente los
brazos abiertos para acogernos!'', terminó el prelado.
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