sábado, 5 de octubre de 2013

LA IGLESIA ES LA COMUNIDAD QUE ESCUCHA CON FE Y AMOR AL SEÑOR QUE HABLA

Ciudad del Vaticano, 5 de octubre 2013 (VIS).-Después de almorzar en el comedor de Cáritas, el Papa fue a visitar el Eremitorio de las Cárceles en el monte Subasio, a cinco kilómetros de Asís y a ochocientos metros de altura, en el centro de un bosque. Allí se encuentra la gruta en la que se retiraba san Francisco para dedicarse a la contemplación y el minúsculo oratorio dedicado a Santa María en el que se reunía con sus compañeros para la oración en común.

La visita duró alrededor de media hora; el Santo Padre fue acogido por la comunidad religiosa y rezó en la gruta de San Francisco. Desde allí se trasladó en automóvil a la catedral de San Rufino para encontrarse con el clero, las personas de vida consagrada y los miembros de los consejos pastorales de la diócesis.

En esa catedral se encuentra la fuente en la que fueron bautizados San Francisco y Santa Clara y el Papa lo recordó subrayando la importancia de la memoria del bautismo que es “nuestro nacimiento como hijos de la Madre Iglesia”. En su discurso, el pontífice habló de los aspectos más importantes de la vida de la comunidad diocesana e hizo referencia al sínodo que sus miembros están a punto de comenzar.

El primer aspecto es escuchar la Palabra de Dios. “La Iglesia es esto -dijo el Papa-: la comunidad que escucha con fe y con amor al Señor que habla...La Palabra de Dios suscita la fe, la nutre y la regenera. La Palabra toca los corazones, los convierte a Dios y a su lógica, tan distinta de la nuestra”. Pero “no basta leer las Sagradas Escrituras, es necesario escuchar a Jesús que habla en ellas; hay que ser antenas que reciben, sintonizadas en la Palabra de Dios, para ser antenas que transmiten. Es el Espíritu de Dios el que hace vivas las Escrituras, las hace entender en profundidad, en su sentido verdadero y profundo”.

El segundo aspecto es caminar. “Es una de las palabras que más me gustan cuando pienso en el cristiano y en la Iglesia- reveló Francisco- Vosotros estáis entrando en el sínodo y sínodo significa caminar juntos. Creo que esta es la experiencia más hermosa que vivimos: formar parte de un pueblo en camino en la historia, junto con su Señor, que camina entre nosotros. No estamos aislados, no caminamos solos; somos parte del único rebaño de Cristo. Y aquí, pienso también en vosotros, sacerdotes y dejad que me incluya yo también. ¿Hay algo más hermoso para nosotros que caminar con nuestro pueblo... Juntos, sin fugas hacia delante, sin nostalgias del pasado. Y mientras se camina, se habla, nos conocemos, nos hablamos, se crece siendo familia”.

Por último: anunciar hasta las periferias. “Es un elemento que he vivido mucho cuando estaba en Buenos Aires: la importancia de salir para ir al encuentro del otro en las periferias que son lugares, pero, sobre todo, personas en situaciones de vida especial...realidades humanas marginadas, despreciadas. Son personas que, a lo mejor, se encuentran físicamente cerca del “centro”, pero espiritualmente están lejos”.

No tengáis miedo de salir al encuentro de estas personas, de estas situaciones. No os dejéis inmovilizar por los prejuicios, las costumbres, la rigidez mental o pastoral que dice : “siempre se ha hecho así”. Se puede ir a las periferias sólo si se lleva la Palabra de Dios en el corazón y se camina con la Iglesia, como San Francisco. Si no es así, nos llevamos a nosotros mismos y esto no es bueno, no sirve a nadie. No salvamos nosotros el mundo: es el Señor”.

No os he dado recetas nuevas y no creáis a quien dice que las tiene: no las hay -afirmó el pontífice al final de su discurso- He encontrado en el camino de vuestra Iglesias aspectos bellos que hay que dejar crecer y quiero confirmaros en ellos. Escuchad la Palabra, caminar juntos en fraternidad, anunciar el Evangelio en las periferias”.




A LAS CLARISAS: LAS MONJAS DE CLAUSURA ESTÁN LLAMADAS A TENER UNA GRAN HUMANIDAD

Ciudad del Vaticano, 5 octubre 2013 (VIS).-Poco después de las 16,15 de ayer, viernes, el Papa llegó a la basílica de Santa Clara, donde residen las monjas de clausura de la orden fundada por Clara, la amiga de San Francisco. El pontífice bajó a la cripta para venerar el cuerpo de la santa y después, en la capilla del coro, rezo ante el crucifijo de San Damiano, que según la tradición habló a Francisco pidiéndole que reparase su casa. En esa misma capilla, el Papa, a quien acompañaba el Consejo de Cardenales, encontró a las clarisas y les dirigió un discurso espontáneo, que comenzó con estas palabras: “Pensaba que esta reunión fuese como la que hemos tenido dos veces en la sala capitulara de Castel Gandolfo, yo sólo con las monjas, pero os confieso que no tengo el valor de echar a los cardenales. Vamos a reunirnos todos”.

Cuando una monja en la clausura consagra toda su vida al Señor -dijo- ocurre una transformación que no se acaba de entender. Pensaríamos que esta monja se aísla, sola con el Absoluto, sola con Dios; es una vida ascética, penitente. Pero este no es el camino de una monja de clausura católica, ni siquiera cristiana. El camino pasa por Jesucristo, siempre. Jesucristo es el centro de vuestra vida, de vuestra penitencia, de vuestra vida comunitaria, de vuestra oración y también de la universalidad de la oración. Y por este camino ocurre lo contrario de lo que se piensa que será una ascética monja de clausura. Cuando recorre el camino de la contemplación de Jesucristo, de la oración y de la penitencia con Jesús, se hace grandemente humana. Las monjas de clausura están llamadas a tener una gran humanidad, una humanidad como la de la Madre Iglesia; humanas, entender todas las cosas de la vida, ser personas que entienden los problemas de la gente, que saben perdonar y rezar al Señor por las personas”.

Hoy en la Misa , hablando del Crucificado, decía que Francisco lo había contemplado con los ojos abiertos, con las heridas abiertas, con la sangre que caía. Y esta es vuestra contemplación: la realidad. La realidad de Jesucristo; no ideas abstractas porque secan el cerebro. ¡La contemplación de las llagas de Jesucristo! Por eso es tan bonito cuando la gente va al parlatorio de los monasterios y cuenta sus problemas pidiendo que se rece por ellos. A lo mejor la monja no dice nada extraordinario, sino una palabra inspirada por la contemplación de Jesucristo, porque la monja, como la Iglesia, está en el camino de ser experta de humanidad. Y este es vuestro camino: no demasiado espiritual. Cuando (las monjas n.d.r) son demasiado espirituales yo pienso en la fundadora de los monasterios de la competencia, por ejemplo en Santa Teresa, que cuando una de sus religiosas iba a hablar con ella de... bueno, de estas cosas... decía a la cocinera: “Dadle un filete”... La humanidad de Jesucristo, humana, hermosa, grande, madura, una santidad de madre. La Iglesia os quiere así: madres. Dad vida...Cuando rezáis, por ejemplo, por los sacerdotes o los seminaristas, tenéis con ellos una relación de maternidad... les ayudáis a ser buenos pastores del Pueblo de Dios... Pero no os olvidéis del filete de Santa Teresa. Es importante”.

La segunda cosa que os quería decir es sobre la vida de comunidad. Perdonaros, soportaros, porque la vida de comunidad no es fácil...Y que el monasterio no sea un purgatorio, que sea una familia... buscad las soluciones con amor: no destruyáis a una de vosotros para resolver un problema... Cuidad la vida de la comunidad porque cuando la comunidad es así, como una familia, el Espíritu Santo está en medio de la comunidad.. Para vosotros pido la alegría que nace de la contemplación y de una hermosa vida comunitaria. Gracias por la acogida y rezad por mí; por favor, no os olvidéis”.

FRANCISCO A LOS JÓVENES DE UMBRIA: UNA BASE MORAL PARA CONSTRUIR FAMILIAS SÓLIDAS

Ciudad del Vaticano, 5 octubre 2013 (VIS).- A las 17.30, después de cruzar la plaza que se encuentra enfrente a la basílica de Santa María de los Ángeles y de saludar a los jóvenes que le esperaban, el Santo Padre entró a visitar la Basílica, acompañado por el guardián del convento, Padre Fabrizio Migliasso, OFM, y por el cardenal Attilio Nicora. Allí se retiró en la Porciúncula para rezar silenciosamente por unos minutos. A las 18.15 el Papa encontró a los jóvenes de Umbría en la plaza de la Basílica y respondió a cuatro preguntas sobre familia, trabajo, vocación y misión que le realizaron ocho jóvenes representantes de las ocho diócesis de Umbría.

Sobre la familia y el matrimonio, Francisco recordó a los jóvenes cómo sus padres, abuelos, incluso sus bisabuelos se casaron con unas condiciones más pobres que las actuales, pero encontraron la fuerza "en la certeza de que el Señor estaba con ellos, que la familia está bendecida por Dios con el sacramento del matrimonio y que es también bendecida la misión de traer al mundo a los hijos y educarlos. Con estas certezas -dijo- superaron las pruebas más duras. Eran certezas simples, pero reales, construían los pilares que sostenían su amor. Su vida no fue fácil, tenían problemas, muchos problemas. Pero estas certezas simples les ayudaban a seguir hacia adelante. Y han conseguido formar una bonita familia, dar vida y criar a sus hijos". Francisco destacó que esta base moral y espiritual es necesaria para construir una familia sólida a pesar de no estar garantizada por las tradiciones sociales del momento y por la cultura de lo provisional.

Para responder a las otras preguntas, el Papa utilizó la palabra Evangelio como mensaje de salvación que "no solo se refiere a la religión sino también al hombre, al mundo, a la sociedad y a la civilización humana". "Este mensaje tiene dos destinos que están unidos -dijo, explicando que es una única misión- el primero, suscitar la fe, y esto es la evangelización; el segundo, transformar el mundo según el plan de Dios, y esto es la animación cristiana de la sociedad".
Francisco se despidió de los jóvenes animándoles a seguir hacia adelante "con el Evangelio en el corazón y entre las manos” y les pidió: “Sed testigos de la fe con vuestra vida; llevad a Cristo a vuestras casas, anunciadlo entre vuestros amigos, acogedlo y servidlo con los pobres. ¡Jóvenes, dad a Umbria un mensaje de vida, de paz y de esperanza!, ¡Podéis hacerlo!".
Al finalizar el encuentro, el Santo Padre se desplazó en coche al santuario de Rivotorto donde fue recibido a las 19 horas por el Padre Gianmarco Arrigoni, OFM, y por la comunidad religiosa. Allí el Papa visitó el "Tugurio" de San Francisco y sucesivamente, en el campo deportivo de Rivotorto, el Pontífice se despidió, a las 19.30, de las autoridades que le habían recibido por la mañana, antes de regresar en helicóptero al Vaticano.